Álgebra básica para equipos de éxito: operaciones sencillas para conseguir resultados extraordinarios.

Álgebra básica para equipos de éxito: operaciones sencillas para conseguir resultados extraordinarios.

En ocasiones dirigir un equipo se convierte en una continua y constante resolución de problemas; algunas veces, debida a la falta de planificación, en otras simplemente, causa de las circunstancias que se nos presentan a lo largo de la temporada.

Es por ello que en este artículo os presento una breve síntesis de álgebra básica aplicada a la dirección de equipos deportivos. No se trata de una metodología científica ni mucho menos, pero sí de una propuesta que puede facilitarnos la mejora de la productividad y el rendimiento de nuestros deportistas.

Las operaciones algebraicas más primarias nos ofrecen un enfoque distinto a la hora de gestionar nuestros recursos y la posibilidad de aplicar sistemas diferentes y a su vez, compatibles con los planteamientos más tradicionales.

Comenzaremos por la suma: esta operación elemental se basa en combinar o añadir dos o más números para obtener una cantidad final o total, y es en este concepto en el que debemos centrarnos de forma inicial para crear un equipo fuerte y cohesionado. Yo diría, combinar y añadir. Combinar, pues nuestra labor como entrenadores es la de armonizar de manera óptima todos los elementos y recursos de los que disponemos; y añadir, realizando planteamientos en los que todos tengan la capacidad de sumar (aportar) su máximo potencial. Por naturaleza, y por suerte para nosotros, nuestros deportistas son muy distintos entre sí y es en esa misma diversidad donde radica la potencialidad de nuestro conjunto. Para conseguir un bloque consistente y equilibrado precisamos de elementos diferentes que se compensen construyendo una estructura proporcionada y coordinada. La suma de esas características que hacen especiales y únicos a cada uno de nuestros deportistas nos proporciona un resultado extraordinario que será el que defina la esencia de nuestro equipo, nuestro modelo de juego o competición y nos ayudará a concretar nuestros objetivos de modo acorde a nuestras particularidades con el fin de diferenciarnos sustancialmente de los demás.

Si sumamos un número tantas veces como indica otro número hablamos de la operación de la multiplicación. Por lo tanto, si hacemos a un deportista tomar consciencia de sus aptitudes y capacidades, y se lo repetimos tantas veces como compañeros tiene, desde sus distintas percepciones, obtendremos seguramente un resultado positivo que le hará crecer exponencialmente, tanto en el ámbito personal como deportivo, extrayendo lo mejor de sí mismo. Poner en común las cualidades de cada uno de ellos, compartir feedback entre compañeros y aportar comentarios, reconocimientos y propuestas que mejoren su autoestima y seguridad contribuye a la formación de equipos cohesionados y motivados. Y aun así, todavía podemos ir algo más allá… La potenciación es un caso particular de la multiplicación donde el exponente indica las veces que debe multiplicarse un número por sí mismo. Ahí está el quid de la cuestión, multiplicarse por sí mismo… Cuando nuestros deportistas toman consciencia real de cuáles son sus puntos fuertes y qué aspectos pueden y deben mejorar, se nos abre una nueva vía de entrenamiento de modo más personalizado. Cuando uno mismo es capaz de valorar y celebrar sus logros, asumir las consecuencias de sus acciones y aportar crítica constructiva y soluciones a aquellos procedimientos que no le aportan los resultados esperados, nos encontramos ante personas con la capacidad de aumentar su rendimiento y bienestar. Así que, eleva a la máxima potencia todas y cada una de las cualidades de tus deportistas para que de este modo, marquen la diferencia.

Y por último, crea equipos felices; la felicidad también multiplica los resultados. Propicia un buen ambiente de entrenamiento y competición, favorece las relaciones interpersonales, preocúpate por ellos y haz uso de la inteligencia emocional: son factores claves para despertar en nuestros equipos aquellos recursos que nos distinguirán del resto.

Y en nuestros equipos… ¿qué restamos?

Definimos la resta como la operación de descomposición que consiste en, dada cierta cantidad, eliminar una parte de ella, y el resultado se conoce como diferencia o resto. Nuestra intención no es otra que conseguir que esa diferencia, ese resto o resultado, sean deportistas íntegros, motivados, seguros, completos e inteligentes emocionalmente hablando. Esto desencadenará entonces, en equipos cohesionados, productivos, eficaces, comprometidos y ambiciosos. Nuestro deseo es eliminar aquellos aspectos negativos que no favorecen el rendimiento ni el bienestar de nuestros equipos y que por lo tanto frenan su desarrollo y mejora. La inseguridad, la desmotivación, los miedos y las creencias limitantes son cuatro de los grandes frenos que dificultan tanto el crecimiento como el rendimiento.

Plantear situaciones accesibles y retadoras es el primer paso para que el deportista se enfrente a condiciones que puede superar con éxito, siempre bajo un umbral mínimo de esfuerzo y conseguir así sentirse capaz de llevarlas a cabo a la vez de desear asumir nuevos retos de complejidad mayor. Si además estas propuestas se basan en situaciones similares a las que encontraremos en competición, haremos que el trabajo se ajuste todavía más a la realidad y sobre todo, sea más motivador. Crearemos deportistas seguros cuando les hagamos conscientes de que la competición no otra cosa que la repetición de lo que ya han practicado una y mil veces en un contexto diferente. Además estarán motivados cuando forjemos en ellos la necesidad de aspirar a más, de afrontar retos más exigentes y complejos y la capacidad de asumir el éxito o fracaso (también posible) al enfrentarse a ellos. El medio para conseguirlo es ir incrementando el nivel de exigencia y dificultad de aquellas situaciones que se le proponen, facilitando que puedan superarlas, y asegurándonos a la vez que, en el caso de no hacerlo, sean capaces de analizar las causas y proponer el reenfoque necesario para volver a afrontarlas y hacerlo de modo exitoso.

Los miedos, inherentes al ser humano, también aparecen en el contexto deportivo. Debemos favorecer la seguridad del deportista, tanto desde sí mismo, como la que su equipo puede y debe aportarle. El miedo a fallar y a perder se supera desde el instante en que uno acepta que el éxito radica en el proceso, en el camino que nos lleva hacia nuestro objetivo, y no exclusivamente en la consecución o no del mismo. Se trata de una transición en la que el error es un aprendizaje y el acierto el premio y reconocimiento a transitar el camino correcto. Este proceso se facilita notablemente además cuando conseguimos que el deportista (y por ende nuestros equipos) está dispuesto a asumir que posee determinadas creencias que le limitan. Se trata de aquellas afirmaciones personales, que conllevan un sentimiento de certeza acerca de algo, que tomamos como verdades absolutas y sin embargo son producto de nuestras experiencias, aprendizajes e incluso influencias de otros. Las creencias limitantes proporcionan una visión distorsionada de la realidad, que la limitan a “nuestra realidad” e impiden asumir nuevos retos y afrontar determinadas situaciones. Por ello es también nuestra misión formar deportistas dispuestos a dudar, a creer, a confiar en sí mismos y a reinventarse. De este modo transformaremos esa influencia determinante que se auto-aplican en opciones posibilitadoras.

Divide y vencerás”, pero no tal y como versa la estrategia y frase atribuida a Julio César, que en mucho difiere con nuestra intención. Dividir es partir, separar en partes, pero también: distribuir, repartir entre varios. Divide las responsabilidades para clarificar los roles. En cualquier equipo precisamos dar determinadas responsabilidades específicas a nuestros deportistas; esta especialización es necesaria y es principio fundamental para coordinar los distintos elementos del equipo y maximizar su rendimiento. Cada jugador, cada miembro de un equipo tiene una función y un rol determinado. Sin embargo, y con esa intención de crear equipos diferenciados, hay responsabilidades más generales, que repartidas entre los distintos miembros, propiciarán una menor carga de responsabilidad, y sobre todo un abanico mayor de propuestas y visiones a la hora de llevarlas a cabo. Con esto quiero decir que, en la medida de lo posible, hagamos a nuestros equipos partícipes de la toma de decisiones que consideremos oportuno. Se trata de implicar al máximo a cada uno de nuestros deportistas, hacerles cómplices de nuestros objetivos dándoles el protagonismo y reconocimiento que precisan, facilitarles el sentido de pertenencia a un grupo que tanto bien aporta al ser humano y acoger además, el mayor número de opciones y opiniones que propiciarán desarrollo y rendimiento de nuestro equipo.

Como conclusión: busquemos la solución a los problemas desde el planteamiento más fácil, el más básico. La respuesta suele ser mucho menos compleja de la que tratamos de darle; al igual que en las operaciones matemáticas más complejas, abordaremos la situación despejando incógnitas, separando y desgranando, eliminando pequeños problemas más grandes. Dividamos los problemas complejos en operaciones sencillas. Dividamos sí, pero las dificultades, de modo que todos tomen responsabilidades y que aporten propuestas, soluciones y críticas constructivas, aportaciones que sumen. Multipliquemos pues las opciones de resolver los problemas. Y sumemos, sumemos todos en pro del bienestar de nuestros equipos, del crecimiento, el rendimiento de los mismos, y de un modelo de deporte más integrador, más personal, y más humano.

 

Ginés Alcántara.

www.ginesalcantara.com

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